domingo, 22 de febrero de 2009

CARNAVAL 2009

COMO ESTABA LA CABALA?


ABARROTAAAAAAA!!!!!

Cabaleros, ya podeis disfrutar de las fotos de carnaval

jueves, 5 de febrero de 2009

MAUS

MAUS


“Maus” es una novela gráfica, es decir, lo que antes llamaba todo el mundo “tebeo” y ahora todo el mundo llama “cómic”. Quizás a alguien le sorprenda ver en esta sección una obra de ese tipo, y personalmente no tengo reparo alguno en confesar que en la actualidad no soy lo que se dice un adicto al género, que dejé de frecuentar hace ya demasiados años. Pero es que “Maus” es otra cosa. Los que saben de esto dicen que marcó un antes y un después en el mundo del cómic, hasta el punto de ser la primera y hasta ahora única novela gráfica que ha conseguido un Premio Pulitzer, en 1992.

En España se publicó en 1989 sólo la primera parte, titulada “Mi padre sangra historia” (Norma Editorial y Muchnik Editores). Tuvieron que pasar doce años para que se publicara la obra completa en un volumen que incluía también la inédita segunda parte, titulada “Y aquí comenzaron mis problemas” (Planeta-DeAgostini, diciembre 2001). Después la ha publicado Random House Mondadori (junio 2007) en una edición que mejora claramente la calidad de reproducción de la anterior.

No es fácil resumir lo que “Maus” cuenta, y creo que es imposible transmitir lo que se siente al leerlo; ello se debe, en mi opinión a dos factores: su forma de novela gráfica y la genialidad de Art Spiegelman, el autor, a la hora de utilizar múltiples recursos, tanto en la realización de las imágenes como en la estructura narrativa del libro.

Art quiere dibujar un libro sobre la vida de su padre, el judío polaco Vladek Spiegelman. Le hace visitas a menudo y graba sus conversaciones con él para documentarse. El padre, en un inglés defectuoso que delata su origen (y que la traducción ha respetado convirtiéndolo en un uso del español que confunde preposiciones y tiempos verbales), le va contando su vida en Polonia y sus vivencias de la guerra, primero en el frente y después en el campo de concentración de Austchwitz, donde fue recluido.

Pero el libro, y ésa es una genialidad de Spiegelman, no recogerá sólo las vivencias del padre, sino que relatará también el proceso de su propia elaboración situando al lector en dos planos distintos, tanto temporales como espaciales. De este modo, se van entrelazando las imágenes evocadas por Vladek (vida en Polonia, noviazgo y matrimonio con Anja, la guerra, el “ghetto”, Auschwitz) con las de Rego Park, la zona de Nueva York en la que vive el anciano Vladek en la época en la que su hijo va conversando con él. Así conocemos también la historia íntima de la familia Spiegelman y asistimos a los sentimientos encontrados del autor con respecto a su padre, que por un lado es el Vladek de la guerra (joven, luchador, hábil para sobrevivir) y por otro el Vladek actual (avaro, tacaño, acaparador, racista, todo un estereotipo de judío, como llega a calificarlo el propio autor).

La mezcla de ambas historias se entreteje tan perfectamente, que las viñetas de una narración interrumpen el flujo de la otra, como corresponde a lo que en el fondo es un relato oral. A medida que el lector se ve inmerso en ellas, acaba por no estar seguro de cuál le interesa más: si el documento trágico sobre el Holocausto, o la crónica del hijo que aspira a comprender a su padre; si las terribles circunstancias históricas, o la sombra de una madre suicida y del fantasma de un hermano santificado al que el autor nunca conoció; si la reflexión sobre los que murieron y los que sobrevivieron, o el intento de superar un abismo generacional provocado por algo más que la edad.

Otra genialidad de Spiegelman, sin duda la principal, es su decisión de dibujar a los personajes como animales antropomórficos. Sin trivializar en absoluto el desarrollo del tema, utiliza ratones para representar a los judíos; gatos, para los alemanes; cerdos, para los polacos; ranas, para los franceses; peces, para los ingleses; ciervos, para los suecos; y perros, para los estadounidenses. La elección es deliberada, una metáfora sobre la ratonera en que se convirtió la Polonia ocupada para los judíos, y cómo se sintieron traicionados por el resto de los polacos.

Hay que mencionar también que el autor fue transformando los dibujos de “Maus”, que en sus primeros borradores eran bastante perfeccionistas y cuidados en el detalle, hasta dejarlos en un acabado de trazo muy sobrio, casi meramente funcional, para que la atención a los dibujos no disminuya la fuerza del relato.

En la segunda parte de la obra, queda patente otra dualidad: Art Spiegelman es ya, además del hijo y cronista de Vladek, el autor de un famoso cómic titulado “Maus” que relataba las vivencias de su padre. Y realmente no sabe ni si era eso lo que quería, ni qué sentido tiene el haber obtenido el éxito relatando una tragedia atroz e incomprensible. Entonces, usando otro recurso genial, se dibuja a sí mismo como un ser humano que lleva una careta de ratón mientras trabaja. Una imagen que nos dice más sobre sus contradictorios sentimientos de lo que podrían expresar numerosas páginas de explicaciones, y que reafirma al sorprendido lector en lo que a esas alturas del libro ya venía sin duda comprobando: que “Maus” es una verdadera obra maestra del cómic y de la literatura, “un libro que no se puede dejar de leer, ni siquiera para ir a dormir”, como declaró Umberto Eco tras su lectura.




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Cuentan que, cuando a dedo fue elegido
gobernador en plena dictadura,
declaró el prócer, enorgullecido:
“Mi obra será lenta, pero dura”.
Y el pueblo, agradecido y con holgura,
le llamó en adelante “El Estreñido”.


(Adaptación en verso de una anécdota citada por Manuel Talens.)



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ALGO DE LOS GRANDES, GRANDES


He regresado, atravesado el zaguán y miro en torno. Es el viejo cortijo de mi padre. El charco en medio. Objetos viejos e inservibles entremezclados cierran el paso hacia la escalera del granero. El gato acecha desde la baranda. Un trapo desgarrado, atado alguna vez a una barra, mientras alguien jugaba, se agita al viento. He llegado. ¿Quién habrá de recibirme? ¿Quién espera detrás de la puerta de la cocina? La chimenea humea, están preparando el café para la cena. ¿Sientes la intimidad, te encuentras como en tu casa? No lo sé, no estoy seguro. La casa de mi padre es, pero todos están el uno junto al otro, fríamente, como si estuviesen ocupados en sus propios asuntos, que en parte he olvidado y en parte no he conocido jamás. [...]

(Franz Kafka: “Regreso al hogar”)

(Traducción de Alejandro Ruiz Guiñazú)